El signo representa lo pequeño, la fuerza de lo sombrío, que retiene, amansa, refrena. En el cuarto puesto, el del ministro, hay un trazo débil que mantiene sujetos a todos los restantes trazos que son fuertes. Visto desde el ángulo de la imagen simbólica, es el viento que sopla en lo alto del cielo. Refrena el aliento ascendente de Lo Creativo, las nubes, a fin de que se condensen. Pero no es lo suficientemente fuerte como para provocar acto seguido su precipitación. El signo da una constelación en la cual, pasajeramente, lo fuerte se ve dominado, refrenado por lo débil. Esto, si ha de verse acompañado por el éxito, sólo puede lograrse mediante la suavidad.
La Fuerza Domesticadora de lo Pequeño tiene éxito. Densas nubes, ninguna lluvia de nuestra región del
Oeste.
La parábola procede de las condiciones reinantes en la China durante la época del rey Wen. Él era oriundo de Occidente, pero en esa época se encontraba en la región oriental, en la corte del Gran Soberano, el rey tirano Chou Hsin. El momento para actuar en grande aún no había llegado. Tan sólo podía refrenar al tirano en cierta medida valiéndose de palabras ama-bles. De ahí la imagen de abundantes nubes que se levantan prometiendo al país humedad y bendición, pero sin que por el momento se precipite lluvia alguna. La situación no es desfavorable. Hay perspectivas de éxito final. Pero todavía quedan obstáculos en el camino. Sólo es posible realizar trabajos preparatorios. Así, únicamente mediante los pequeños recursos que brindan las palabras de persuasión, amables, puede obtenerse algún efecto. La época de la acción penetrante en gran medida aún no ha llegado. Sin embargo, se consigue por lo menos ejercer, en una medida limitada, una acción refrenadora, amansadora. Al proceder de este modo y para lograr uno imponer su voluntad, hace falta una firme decisión en lo interior y una suave adaptación en lo exterior.
El viento recorre el cielo:
la imagen de La Fuerza Domesticadora de lo Pequeño.
Así el noble va refinando la forma exterior de su
naturaleza.
El viento, si bien va juntando las nubes en el cielo, como sólo es aire y no posee un cuerpo sólido, no produce efectos grandes, duraderos. Así también al hombre, en épocas que no permiten una gran acción hacia afuera, sólo le queda la posibilidad de refinar en lo pequeño las manifestaciones de su naturaleza.
: Llega la lluvia, llega el sosiego. Esto se debe a la permanente acción del carácter. La mujer cae en peligro debido a su perseverancia. La luna está casi Hería. Si el noble prosigue, llegará la desventura.
Se ha obtenido el éxito. El viento ha juntado la lluvia. Se ha alcanzado una firme posición. Esto se ha llevado a cabo mediante una paulatina acumulación de pequeños efectos que resultan de la veneración brindada a un carácter superior. Sin embargo, un éxito logrado así pieza por pieza requiere una gran cautela. Si uno se abandonara ahora a la ilusión de seguridad, basada en ese éxito, sería peligroso. Lo femenino, lo débil que ha alcanzado la victoria no debe jamás apoyarse tenazmente en el triunfo. Esto atraería el peligro. La fuerza sombría de la luna llega a su máximo al hallarse casi llena. Cuando como luna llena se opone directamente al sol, su mengua es inevitable. En tales circunstancias es necesario conformarse con lo alcanzado. Seguir avanzando antes de llegar el momento debido, traería desventura.
Si eres veraz y leal en la alianza, eres rico en tu prójimo.
La lealtad conduce a una firme alianza porque se basa en una complementación mutua. En el integrante más débil de la situación la lealtad es la entrega; en el más fuerte, la confiabilidad. Esta complementación mutua conduce a una verdadera riqueza que se manifiesta plenamente en el hecho de que uno no la guarde para sí, sino que la posea en común con su prójimo. Alegría compartida es doble alegría.
Si eres veraz, desaparece la sangre y retrocede la
angustia. Ninguna falla.
Ocupando uno un cargo difícil y pleno de responsabilidad, deberá domesticar al poderoso a quien asiste como guía, de tal manera que termine por hacerse lo que corresponde. En ello reside un gran peligro que hace que hasta pueda temerse un derramamiento de sangre. Pero el poder de una abnegada veracidad es más grande que todos estos obstáculos; es tal la impresión que causa que uno lleva exitosamente a cabo sus esfuerzos, con lo que se desvanece todo peligro de derramamiento de sangre y toda angustia.
Al carruaje se le saltan los rayos.
El hombre y la mujer tuercen los ojos.
Aquí se hace la tentativa de avanzar violentamente, debido a que uno tiene conciencia de que el poder refrenador es bastante débil. Mas, puesto que conforme a las circunstancias dadas, lo débil de hecho está en posesión del poder, semejante intento de avanzar por sorpresa necesariamente se malogra. Circunstancias exteriores impiden el progreso, así como un carro no puede avanzar si se le saltan los rayos de las ruedas. Uno no hace caso, todavía, de esa señal del destino. Surgen por lo tanto enojosas controversias como entre dos cónyuges. Esto, por cierto, no es una situación favorable; pues aun cuando debido a las condiciones dadas la parte más débil logre el dominio, la cosa se complica con demasiadas dificultades como para que el efecto pueda resultar grato. En consecuencia, lo fuerte tampoco puede utilizar su fuerza ejerciendo un influjo correcto sobre lo que lo rodea. Ha experimentado un rechazo allí donde esperaba una fácil victoria, y con ello se ha compro-metido, en cierta medida.
Se deja arrastrar hacia el retorno. ¡Ventura!
De primer intento uno quisiera avanzar. Pero aún antes de progresar se observa, en el ejemplo que da otra gente de índole igual a la de uno, que ese camino se halla obstaculizado. Un hombre sensato, decidido, no se expondrá en un caso semejante a un rechazo personal, sino que, junto con los otros de igual condición y actitud, sabrá retirarse cuando no sea el momento para que la ambición avance. Esto trae ventura porque de esta manera no se pone en juego a sí mismo.
Retorno al camino. ¡Cómo podría ser una falla!
¡Ventura!
Forma parte de la característica de lo fuerte arremeter hacia adelante. Pero con ello lo fuerte entra en el terreno de los refrenamientos, de la inhibición. Por eso retorna hacia el camino que corresponde a su situación y donde se siente libre para avanzar o retroceder. Es bueno y razonable no pretender obtener algo a la fuerza, violentamente; esto, conforme a la naturaleza del asunto, trae ventura.