6Swang / El Conflicto (El Pleito)

hexagrama

El signo primario superior, cuya imagen es el cielo, orienta su movimiento hacia arriba; el signo primario inferior —agua—, conforme a su naturaleza tiende hacia abajo. Los rumbos de movimiento de las dos mitades divergen y esto da por resultado la idea de conflicto. Cualidad de lo creativo es la fuerza, la energía; la de lo abismal es el peligro, la astucia. Allí donde la astucia se enfrenta con la fuerza violenta, hay querella, conflicto. Una tercera deducción, referida al carácter, se impone en virtud del enlace de una insondable, abismal astucia en lo interior con una enérgica decisión en lo exterior. Un carácter semejante será seguramente pendenciero.

El conflicto: eres veraz y te frenan. Detenerse con cautela a mitad de camino trae ventura. Ir hasta el fin trae desventura. Es propicio ver al gran hombre. No es propicio atravesar las grandes aguas. El conflicto surge cuando alguien, sintiendo que está en su buen derecho, se topa con resistencias. Sin esa convicción de que uno está en su derecho, la resistencia conduce a la astucia o a la transgresión violenta, y no al pleito abierto. Cuando uno se halla envuelto en un pleito, lo único que podrá traerle salvación es una vigorosa y firme serenidad, dispuesta en todo momento a la conciliación del pleito, al arreglo a mitad de camino. Continuar la querella hasta su amargo fin acarrea malas consecuencias, aun cuando uno concluya teniendo razón, puesto que en tal caso se perpetúa la enemistad. Es importante ver al gran hombre, vale decir a un hombre imparcial, cuya autoridad sea suficiente como para solucionar el pleito en forma pacífica o bien para fallar con justicia. Por otra parte, en tiempos de discordia es preciso evitar "atravesar las grandes aguas", vale decir iniciar empresas riesgosas, pues éstas, si han de tener éxito, requieren una real unificación de fuerzas. El conflicto en lo interior paraliza la fuerza necesaria para triunfar sobre el peligro en lo exterior.

Cielo y agua se mueven en sentido contrario: la imagen del conflicto. Así el noble, en todos los negocios que realiza, reflexiona debidamente sobre su comienzo. La imagen indica que las causas del conflicto residen en las orientaciones opuestas, ya previamente existentes, de ambas partes. Una vez que aparecen tales direcciones divergentes necesariamente se origina en ellas el conflicto. Se infiere entonces que a fin de precaver el conflicto conviene pensar cuidadosamente en todo desde el mismo comienzo. Cuando se establecen claramente derechos y deberes, o si en una asociación humana convergen las orientaciones espirituales, la causa del conflicto queda de antemano eliminada.

Aun cuando acaso a alguien se le otorgue un cinturón (de cuero), al terminar la mañana le será arrancado tres veces. Aquí se describe a una persona que ha llevado el pleito hasta su amargo fin haciendo valer su razón. Se le confiere una distinción. Pero esta dicha no es duradera. La atacarán una y otra vez, y un conflicto sin fin será la consecuencia.

Pleitear ante él trae elevada ventura. Aparece aquí el componedor del pleito; es poderoso y justo y dispone de la fuerza necesaria para imponer el derecho. En sus manos puede dejarse un litigio con toda confianza. Si uno tiene razón y está en su derecho obtendrá gran ventura.

Uno no puede pleitear, se vuelve y acata el destino, cambia, y encuentra paz en la perseverancia. ¡Ventura! Al principio, una actitud interior que no halla sosiego. Uno no se siente cómodo en la situación en que se encuentra y quisiera pleitear para procurarse una mejor situación. Tiene que habérselas con un adversario más débil y estaría por lo tanto perfectamente capacitado para hacerlo —he aquí una diferencia en comparación con "nueve en el segundo puesto"—, sin embargo, pleitear no le resulta, porque no hallando para ello justificación interior, su conciencia no se lo permite. Por lo tanto opta por volverse atrás y se conforma con su destino. Modifica su actitud y encuentra paz duradera en la armonía con la ley eterna. Esto aporta ventura.

Nutrirse de antigua virtud da perseverancia. Peligro, al cabo llega la ventura. Si acaso sigues obediente al servicio de un rey, no busques obras. Hay aquí una advertencia acerca del peligro que implica la propensión al arrebato. Sólo lo que uno se ha ganado honradamente, en virtud de méritos previos, constituye una posesión duradera. Semejante posesión puede por cierto sufrir ataques ocasionales, mas puesto que se trata de real propiedad, no puede ser objeto de un robo. Pues no puede perderse lo que a uno le corresponde merced al poder de su propia naturaleza. Cuando uno entra al servicio de un superior, el conflicto sólo puede evitarse si uno no se propone realizar obras para hacer mérito; bastará que éstas se hagan. El honor de hacerlas bien puede dejársele al otro.

Uno no puede pleitear, retorna a su casa y lo elude. Las gentes de su ciudad, trescientas casas, quedan libres de culpa. En la lucha con un adversario superior, la retirada no es ninguna vergüenza. El retirarse a tiempo evita malas consecuencias. Si instigado por un falso amor propio, uno promoviera el conflicto, provocaría su propia desgracia. En un caso semejante, una sabia transigencia redunda en bien de todo el vecindario que, de esta manera, no se verá arrastrado al conflicto.

Si uno no perpetúa la cuestión habrá un poco de chismorreo. Al cabo llega la ventura. Mientras el conflicto se halla todavía en su comienzo incipiente lo mejor que puede hacerse es abandonarlo. Sobre todo frente a un adversario más fuerte no es aconsejable dejar que las cosas avancen hasta producirse el debate del pleito. Tal vez se llegue así a un breve cambio de palabras, pero finalmente todo irá bien.