54Kuei Mei / La Muchacha que se Casa (La Desposanda)

hexagrama

Arriba se halla Chen, el hijo mayor, abajo Tui, la hija menor. El hombre toma la delantera, la muchacha le sigue gozosa. Se describe así el ingreso de la muchacha en la casa del hombre. Hay en total cuatro signos que describen las relaciones entre cónyuges. El N9 31, Hsien, "Influjo omnímodo" describe la atracción que se ejerce recíprocamente en una joven pareja. El N9 32, Heng, "La Duración", describe las condiciones duraderas del matrimonio. El N? 53, Chien, "La Evolución", describe los procesos demorados y ceremoniales al concertarse un matrimonio correcto. Kuei Mei, "El Casamiento de la Muchacha" , muestra finalmente a un hombre de edad mayor seguido por una joven muchacha que se va a casar con él. Observación: Formalmente predomina en China la monogamia. Cada hombre tiene una sola mujer oficial. Esta alianza, que concierne menos a sus participantes que a las familias, se celebra bajo estricta observancia de las formas. Mas el hombre conserva el derecho de prestar oído también a inclinaciones más tiernas de índole personal y sentimental. Más aún: constituye el deber más bello de una buena esposa prestarle ayuda al respecto. De esta manera la relación se torna hermosa y abierta. La muchacha que, elegida por el hombre, ingresa en la familia, se subordina modestamente al ama de casa en calidad de hermana menor. Desde luego se trata de cuestiones sumamente delicadas que requieren mucho tacto por parte de todos. Pero, cuando las circunstancias son favorables, se resuelve así un problema para el cual la cultura europea no encontró solución. Se sobreentiende que la femineidad observada en China corresponde tan poco al ideal establecido como el promedio de los matrimonios de Europa corresponde a los ideales conyugales europeos.

La Desposanda. Las empresas traen desventura. Nada que fuese propicio. Una muchacha recibida en la familia sin ser esposa principal, debe conducirse con particular cautela y reserva. No debe intentar por sí sola desplazar al ama, pues esto implicaría desorden y acarrearía condiciones de vida insostenibles. Lo mismo es válido para toda clase de relaciones libres entre la gente. Mientras que las relaciones legalmente ordenadas evidencian un firme nexo entre deberes y derechos, las relaciones humanas electivas destinadas a perdurar, se fundan puramente en una actitud de reserva inspirada en el buen tino. El principio de tales vínculos por inclinación tiene máxima importancia en todas las relaciones del mundo. Pues de la alianza de Cielo y Tierra procede la existencia de la naturaleza toda, de modo que también entre los hombres la inclinación libre constituye el principio primero y último de la unión.

Por encima del lago se halla el trueno: La imagen de la muchacha que se casa. Así el noble, por la eternidad del fin reconoce lo perecedero. El trueno excita las aguas del lago que reverberan a su zaga en olas rutilantes. Es esta la imagen de la muchacha que sigue al hombre de su elección. Empero, toda unión entre humanos encierra el peligro de que subrepticiamente se introduzcan desviaciones que conducen a malentendidos y desavenencias sin fin. Por lo tanto, es necesario tener siempre presente el fin. Cuando los seres andan a la deriva, se juntan y se vuelven a separar, según lo disponen los azares de cada día. Si, en cambio, apunta uno a un fin duradero, logrará salvar los escollos con que se enfrentan las relaciones más estrechas entre los humanos.

La mujer sostiene el cesto, pero no hay frutos en él. El hombre apuñala la oveja, pero no fluye sangre. Nada que fuese propicio. Durante el sacrificio ofrendado a los antepasados, a la mujer le correspondía dar las frutas en un cesto, y al hombre degollar personalmente el animal del sacrificio. En ese caso las formalidades se cumplen sólo superficialmente. La mujer toma un cesto vacío, el hombre apuñala una oveja ya sacrificada anteriormente, con el solo fin de guardar las formas. Pero esta actitud frívola, nada devota, no promete dicha alguna en el matrimonio.

El regente I casa a su hija. Y entonces las bordadas vestiduras de la princesa no fueron tan espléndidas como las de la sierva. La luna, casi llena, trae ventura. El regente I es Tang, el Consumador. Él dictó una ley según la cual también las princesas imperiales debían, en la vida ma-trimonial, subordinarse a sus maridos ( Nº 11, trazo 5). E) emperador no espera cortejantes, sino que da a su hija en matrimonio según su arbitrio. De ahí que en este caso sea correcto que la familia de la muchacha tome la iniciativa. Vemos aquí una muchacha de origen distinguido que, casándose en condiciones modestas, sabe adaptarse con gracia a la nueva situación. Está exenta de toda vanidad, expresada en los adornos externos; al casarse olvida su rango y se subordina al esposo, así como la luna que todavía no está llena del todo, no se enfrenta directamente con el sol.

La muchacha que se casa prorroga el plazo. Un casamiento tardío llega a su tiempo. La muchacha es muy valiosa; no quiere desperdiciarse, y pierde por eso el momento usual para el matrimonio. Pero esto no es perjudicial. Su pureza es recompensada y así finalmente encuentra, aunque tarde, al esposo que le está pre-destinado.

La muchacha que se casa, como esclava. Se casa como concubina. Una muchacha de baja posición que no consigue marido, en ciertos casos todavía podrá arreglárselas como concubina. La situación indica que uno desea con exceso alegrías que por vías normales no pueden obtenerse. Así se mete en una situación que no se aviene del todo con su propia dignidad. No se añade ninguna sentencia, ni siquiera una advertencia; simplemente se pone a descubierto la situación como tal, de modo que cada uno pueda extraer por sí mismo la correspondiente moraleja.

Un tuerto que puede ver. Es propicia la perseverancia de un hombre solitario. En la situación presente la muchacha se ha unido a un hombre que la defrauda. Hombre y mujer han de actuar de consuno como los dos ojos. Aquí la muchacha se ha quedado sola. El hombre de su elección o bien ya no le es fiel, o bien ha fallecido. Pero ella no pierde la luz interior de la fidelidad. Por más que el otro ojo se haya apagado, ella se mantiene fiel aun en la soledad.

La muchacha que se casa como concubina. Un cojo que puede pisar con firmeza. Las empresas traen ventura. Los príncipes de la antigüedad establecían una firme jerarquía entre las damas de palacio, subordinadas a la reina como suelen estarlo las hermanas menores respecto a la mayor. Pro-cedían éstas con frecuencia de la familia de la reina, y ella misma las conducía hacia su esposo. Esto significa que una muchacha joven, si de común acuerdo con la esposa ingresa en una familia, no ocupará exteriormente el mismo rango de aquélla; modestamente, se mantendrá en segundo plano. Pero sabiendo cómo integrarse en la relación total, adquirirá una posición enteramente satisfactoria, y se sentirá protegida por el amor de su esposo, al que da hijos. El mismo significado se presenta en las relaciones entre funcionarios. Un príncipe tal vez disponga de un hombre que es su amigo personal y al que brinda su confianza. Este hombre, con buen tino, deberá ocupar un segundo plano a la vera del ministro oficial de Estado. Pero aun cuando, debido a semejante posición, se encuentre impedido como un lisiado, podrá con todo llevar a cabo alguna obra gracias a la bondad de su naturaleza.