39Chien / El Impedimento

hexagrama

Este signo representa un riesgoso abismo que se abre delante de uno y que a sus espaldas tiene una empinada e inaccesible montaña. Así es cuando alguien se ve rodeado por impedimentos. Pero en la virtud de la montaña de mantenerse quieta reside al mismo tiempo una indicación de cómo es posible salir de entre los impedimentos. El hexagrama representa impedimentos que van apareciendo con el correr del tiempo, pero que deben y pueden ser superados. De ahí que todo el texto se oriente en el sentido de superar los impedimentos

El Impedimento. Es propicio el Sudoeste. No es propicio el Nordeste. Es propicio ver al gran hombre. La perseverancia trae ventura. El sudoeste es la región de la retirada, el nordeste la región de la avanzada. Se trata de una situación en la cual uno se enfrenta con impedimentos que no pueden ser superados directamente. En este caso, en vista del peligro, será sabio detenerse y retirarse. Sin embargo, esta retirada es tan sólo una preparación para la superación de los obstáculos. Es necesario en estos casos juntarse con amigos de ideas coincidentes y subordinarse a las directivas de un hombre que pueda hallarse a la altura de la situación, pues de este modo se logrará eliminar los impedimentos. Tal objetivo requiere una actitud de perseverancia, precisamente en momentos en que uno parecería verse obligado a hacer algo que lo desviaría de la meta. Semejante orientación interior inconmovible traerá finalmente la ventura. El impedimento que sólo dura cierto tiempo es un factor valioso para la formación de la propia personalidad. Se trata del valor de la adversidad.

Sobre la montaña se encuentra el agua: la imagen del impedimento. Así el noble se orienta hacia su propia persona y va formando su carácter. Las dificultades y los obstáculos arrojan al hombre de vuelta hacia sí mismo. Pero mientras el hombre común busca la culpa afuera, es decir en otros hombres, y acusa a su destino, el noble busca la falla en sí mismo, y en virtud de este ensimismamiento el impedimento externo se transforma para él en motivo de formación y enriquecimiento interior.

Ir conduce a impedimentos, venir conduce a una gran ventura. Es propicio ver al gran hombre. En esté caso se describe a un hombre que ha dejado atrás todo lo mundanal con sus turbulentos afanes. Si en tales momentos surge en el mundo una época de impedimentos, podría parecer que lo más sencillo para él sería dar simplemente las espaldas y refugiarse en el más allá. Pero este camino le está vedado. Él no tiene derecho a entrar solo en la bienaventuranza, abandonando el mundo a merced de la necesidad. Antes bien, su deber lo reclama y lo hará retornar una vez más al torbellino del mundo. Precisamente su experiencia y su libertad interior le darán en tales casos la posibilidad de crear algo grande y maduro que traerá la salvación, la ventura. Así pues, será propicio ver al gran hombre a cuyo lado podrá consumarse la obra de salvación.

En medio de los mayores impedimentos acuden amigos. Aquí vemos al hombre llamado a poner coto a la emergencia. No debería empeñarse en eludir los impedimentos, por grande que sea el peligro de que tales impedimentos se acumulen ante él. Pues, como realmente es dueño de una vocación superior, su poder espiritual es lo suficientemente vigoroso como para atraer hacia sí a los hombres, a fin de que se alleguen y le ayuden. Pues él es el hombre capaz de organizarlos realmente, mediante una planificada distribución de tareas y la cooperación de todos los interesados, con el fin de que así se supere el impedimento.

Ir conduce a impedimentos venir conduce a la unión. También para este caso se describe una situación en la cual uno solo no puede estar a la altura de las circunstancias. En una situación semejante el camino recto no suele ser el más corto. Si uno se propusiera tratar de avanzar confiando en sus propias fuerzas y sin los preparativos necesarios, no encontraría el apoyo que ha menester y comprendería demasiado tarde que a veces los cálculos engañan, puesto que las condiciones con que uno esperaba poder contar resultan ser harto débiles. De ahí que, en este caso, sea más correcto y acertado, por lo pronto, mantenerse en reserva y reunir en su torno compañeros de confianza en los cuales sea dable apoyarse, para así lograr la superación de los impedimentos.

Ir conduce a impedimentos: entonces él regresa. Mientras que la línea anterior da el ejemplo de un funcionario obligado a tomar por el camino del peligro en aras del deber, aquí se muestra el caso de un hombre que debe actuar como padre de familia o jefe de los suyos. Si él quisiera, con ligereza, precipitarse en el peligro, sería sin duda inútil, dado que los seres confiados a su cuidado no podrían arreglárselas solos. Si en cambio se retira, y luego retorna nuevamente hacia los suyos, éstos lo saludarán con gran regocijo.

El servidor del rey encuentra impedimento sobre impedimento. Pero no es por su propia culpa. Mientras que normalmente lo mejor que puede hacerse es dar un rodeo para eludir el obstáculo y tratar así de superarlo en la línea de menor resistencia, hay sin embargo algún caso en el cual es menester salir al encuentro de la dificultad, aun cuando se acumulen más y más dificultades. Esto sucede cuando el camino del deber conduce a una situación en la cual uno no puede obrar de acuerdo con su libre decisión, sino que, al contrario, el deber lo obliga a salir y afrontar el peligro en aras de una causa superior. En tal caso debe procederse así con absoluta tranquilidad interior, ya que uno no ha buscado esta difícil situación ni se ve metido en ella por su propia culpa.

Ir conduce al impedimento; venir encuentra alabanza. Al hallarse uno frente a un impedimento, un obstáculo, es cuestión de reflexionar acerca de cuál será el mejor modo de ponerle fin. Cuando nos amenaza un peligro, no hemos de tratar de avanzar ciegamente, a toda costa; esto sólo nos acarrearía complicaciones. Lo justo será más bien retirarse antes que nada, no con el fin de abandonar la lucha, sino para aguardar el momento preciso para la acción.