38K'uei / El Antagonismo (La Oposición)

hexagrama

El signo total se compone del signo primario de arriba, Li, la llama que flamea hacia arriba, y el signo primario Tui, el lago, abajo, que se filtra escurriéndose hacia abajo. Estos movimientos son antagónicos entre sí. Por otra parte, Li es la segunda hija y Tui la hija más joven. Aun cuando moran en la misma casa, pertenecen sin embargo a distintos hombres, y sus voluntades no son por lo tanto unánimes y mancomunadas, sino que tienden a objetivos opuestos, antagónicos

El Antagonismo. En cosas pequeñas, ventura. Cuando los hombres viven en oposición y enajenamiento mutuo como extraños, no puede llevarse a cabo ninguna gran obra en común. Los ánimos disienten demasiado entre sí. Ante todo, es necesario no proceder con rudeza, cosa que agudizaría más aún el antagonismo, más bien es menester conformarse con los efectos que se obtienen poco a poco, en lo pequeño. En ese sentido todavía podrá esperarse la ventura, puesto que la índole de la situación hace que el antagonismo no excluya toda posibilidad de entendimiento. El antagonismo, que en su carácter de oposición polarizada dentro de una totalidad amplia se presenta por lo general como freno, por otra parte, cumple también funciones benignas e importantes. Los antagonismos entre Cielo y Tierra, espíritu y naturaleza, hombre y mujer, generan, gracias a su conciliación, la creación y procreación de la vida. En el mundo visible de los objetos, el antagonismo posibilita la separación en especies, mediante la cual se establece un orden en el mundo.

Arriba el fuego, abajo el lago: la imagen del Antagonismo. Así el noble, sea como fuese la vida en comunidad, conserva su índole singular. Como los dos elementos fuego y agua, aun cuando se hallan juntos, jamás se mezclan, sino que conservan su naturaleza propia, tampoco el hombre culto se dejará llevar a la vulgaridad en ningún momento, inducido a ello por el trato con gentes de otra índole y por tener con ellos intereses comunes; pese a toda situación comunitaria, conservará siempre su peculiar modo de ser.

Aislado por el antagonismo, uno ve a su compañero como un cerdo cubierto de roña, como un carro repleto de demonios. Primero se tiende el arco contra él, luego se deja el arco de lado. No es un bandido, él va a cortejar cumplido el plazo. Al acudir cae la lluvia, luego llega la ventura. Aquí el aislamiento aparece condicionado por malentendidos: no por las circunstancias externas, sino por estados internos. Uno desconoce a sus mejores amigos, los considera impuros como si fuesen sucios puercos y carros cargados de demonios, y adopta una postura de defensa. Pero finalmente reconoce el error propio, aparta el arco y cae en la cuenta de que el otro se allega con las mejores intenciones en procura de una estrecha alianza. Así se disuelve la tensión. La unión disuelve el antagonismo, tal como la lluvia en su caída viene a relevar el bochorno, la pesadez anterior a la tormenta. Todo marcha bien, pues precisamente cuando llega a su culminación el antagonismo se convierte en su contrario.

Desaparece el arrepentimiento. Con los dientes se abre camino el compañero a través del cascarón. Si uno va hacia él, ¿Cómo podría eso ser un error? Se encuentra a un hombre leal, al que en un principio no se reconoce ni aprecia debido al enajenamiento general. Pero él, abriéndose camino con los dientes, atraviesa las envolturas que separan. En este caso, aquel a quien tal compañero se muestra en su verdadero carácter, tiene el deber de salir a su encuentro y colaborar con él.

Aislado en soledad a causa del antagonismo, se encuentra uno con un hombre de espíritu afín, con el que podrá mantener un trato leal. A pesar del peligro, ninguna tacha. Cuando se encuentra uno en medio de una sociedad de la cual se siente separado por oposición interior, cae en el aislamiento. Pero si en una situación semejante descubre a alguien que, fundamentalmente y conforme a su naturaleza íntima concuerda con él; alguien a quien, por lo tanto, puede brindarse plena confianza, se superan todos los peligros del aislamiento. Nuestra voluntad obtendrá éxito y nos veremos libres de faltas.

se ve el carro arrastrado hacia atrás, los bueyes detenidos, cortados al hombre cabellos y nariz. No hay un buen comienzo, pero sí un buen final. A veces las circunstancias parecerían indicar que todo se ha conjurado contra uno: el hombre se ve frenado en su progreso, detenido, se siente insultado y herido (el cortar los cabellos y la nariz constituía un castigo grave, una deshonra). Pero en estos casos no debe uno dejarse inducir a error; a pesar de tales antagonismos es necesario aferrarse a la persona con la que uno se siente afín y unido. Así, pese al mal comienzo, se arribará finalmente a buen término.

Se topa uno con su amo y señor en un estrecho callejón. No hay defecto. A raíz de los malentendidos no es posible que las personas que por su naturaleza debieran juntarse, lo hagan de una manera totalmente correcta. En ese caso, también puede resultar aceptable un encuentro casual en condiciones informales, con tal de que exista una afinidad interior.

Desaparece el arrepentimiento. Si pierdes un caballo, no corras tras él. Volverá por sí mismo. Si ves mala gente cuídate de cometer faltas. Aun en épocas de antagonismo es posible actuar teniendo por meta el permanecer libre de faltas, para que así se desvanezca el arrepentimiento. Al comenzar el antagonismo, no debe pretenderse conquistar a la fuerza la unión; así sólo se obtendrá lo contrario, tal como un caballo se va alejando cada vez más cuando uno corre tras él. Si se trata de un caballo propio, es cuestión de dejarlo ir tranquilamente, pues volverá por sí mismo. Así también un hombre, que es de los nuestros y que momentáneamente se ha apartado de nosotros a causa de un malentendido, volverá por sí mismo si se lo deja hacer. Por otra parte, es menester ser precavido cuando acuden a empujones personas malignas que no son de los nuestros, también como consecuencia de un malentendido. En tales casos se trata de evitar errores: no intentar alejarlos con violencia, cosa que provocaría la enemistad en grado creciente, sino simplemente tolerarlos. Ya se retirarán por sí mismos.