El signo representa las leyes que reinan dentro del clan familiar. "El trazo fuerte del tope representa al padre, el de más abajo al hijo, el quinto trazo fuerte representa al esposo, la segunda línea blanda a la esposa. Por otra parte, las dos líneas fuertes en el quinto y en el tercer puesto representan a dos hermanos, las líneas débiles que las acompañan en el cuarto y segundo puesto a sus mujeres, de suerte que todas las relaciones y condiciones alcanzan dentro del clan la expresión adecuada a su respectiva naturaleza. Cada uno de los trazos posee la naturaleza que corresponde al lugar que ocupa. El hecho de que en el sexto puesto, donde podría esperarse la presencia de una línea blanda, aparezca con todo un trazo fuerte, señala con suma claridad el poderoso dominio que debe emanar del jefe del clan. El trazo no debe considerarse, en este caso, en su condición de línea sexta, sino en su condición de trazo más elevado entre todos. El clan muestra las leyes que operan en el interior de la casa y que, transferidas al exterior, mantienen el orden en el Estado y en el mundo. El influjo que desde el interior del clan actúa hacia afuera, es representado mediante el símbolo del viento engendrado por el fuego.
El clan. Es propicia la perseverancia de la mujer.
Lo que constituye las bases del clan son las relaciones entre esposo y esposa. El lazo que mantiene unido al clan radica en la fidelidad y perseverancia de la mujer. El sitio de ella se halla en el interior (segunda línea), el sitio del hombre en el exterior (quinta línea). Que el hombre y la mujer ocupen sus puestos correctos es un hecho que se conforma a las grandes leyes de la naturaleza. El clan requiere una firme autoridad: la constituyen los padres. Cuando el padre es realmente padre y el hijo hijo, cuando el hermano mayor cumple su papel de hermano mayor y el menor el suyo de hermano menor, cuando el esposo es realmente esposo y la esposa esposa, entonces hay orden en el clan. Estando en orden el clan, se ordena la totalidad de las relaciones sociales entre los hombres. De las cinco relaciones sociales tres se sitúan dentro del clan: la relación entre padre e hijo: el amor; entre hombre y mujer: la disciplina y el recato; entre hermano mayor y menor: el orden. La amante veneración del hijo se transfiere luego al príncipe en forma de lealtad en el fiel cumplimiento del deber, y el orden y el afecto entre los hermanos se transfieren como fidelidad al amigo y se presentan como subordinación en la relación con los superiores. El clan es la célula original de la sociedad, el suelo natural en el que el ejercicio de los deberes morales se ve facilitado por el afecto natural de tal modo que en ese círculo restringido se van creando las bases desde las cuales luego se transfieren las mismas condiciones a las relaciones humanas en general.
El viento surge del fuego:
la imagen del clan.
Así el noble tiene en sus palabras lo real,
y en su conducta la duración.
El calor genera fuerza; he ahí el significado del viento que es suscitado por el fuego y surge de éste. Se trata del efecto que va desde adentro hacia afuera. Exactamente lo mismo hace falta para la regulación del clan. También en el clan el efecto o influjo, partiendo de la propia persona, debe dirigirse a otros. A fin de poder ejercer semejante influjo, es necesario que las palabras estén cargadas de fuerza; esto sólo es posible cuando se basan en algo real, como la llama en el combustible. Las palabras ejercen influencia únicamente cuando son objetivas y se refieren con claridad a determinadas circunstancias. Discursos, advertencias y exhortaciones generales son enteramente ineficaces. Por otra parte, las palabras deben sentirse apoyadas por todo el comportamiento, así como el viento actúa y tiene efecto gracias a su persistencia y duración. Sólo una actuación firme y consecuente dejará en otros la necesaria impresión para poder adaptarse a ella y usarla como pauta y guía. Si la palabra y la conducta no están en armonía, si no son consecuentes, el efecto no se produce.
Su labor inspira respeto y veneración.
Finalmente llega la ventura.
El orden de la familia descansa en última instancia en la persona del amo de la casa. Si éste cultiva su personalidad hasta lograr que ésta se imponga con la fuerza que da la verdad interior, todo marchará bien en el seno de la familia. Quien ocupa un puesto directivo, debe asumir las responsabilidades.
Como un rey él se acerca a su clan: no temáis. ¡Ventura!
Un rey es imagen o símbolo de un hombre paternal que posee riqueza interior. No actúa infundiendo temor, antes bien toda la familia puede tener confianza en él, pues todo el trato es gobernado por el amor. Su modo de ser, su carácter, ejerce espontáneamente por sí mismo la necesaria y justa influencia.
Ella es la riqueza de la casa. ¡Gran ventura!
La dueña de casa es la persona de quien depende la prosperidad y el bienestar de la familia. Siempre hay prosperidad cuando los gastos y los ingresos guardan entre sí una sana proporción. Esto conduce a un estado de gran ventura. Transferido el concepto a la vida pública, se hace aquí referencia al administrador fiel que, gracias a sus medidas normativas, fomenta el bien general.
Cuando en el clan se acaloran los ánimos se origina el arrepentimiento a causa de una excesiva severidad.
Sin embargo: ¡Ventura! Cuando la mujer y el niño retozan y ríen esto conducirá finalmente a la humillación.
En el seno de la familia debe reinar el justo equilibrio entre la dureza y la dejadez. El rigor excesivo contra la propia carne y sangre provoca el remordimiento. Sin embargo, en caso de duda, la excesiva severidad, pese a eventuales desaciertos, y porque de todas maneras se conserva así la disciplina de la familia, es mejor que una excesiva debilidad que conduce a la vergüenza.
No debe ella seguir su capricho. En el interior ha de velar por el alimento. La perseverancia trae ventura.
La mujer ha de guiarse siempre por la voluntad del dueño de casa, ya sea éste el padre, el esposo o el hijo adulto. Su puesto está en el centro interior de la casa. Allí se le presentan grandes e importantes deberes sin que tenga que buscarlos. Ha de ocuparse de la alimentación de sus familiares como asimismo de los alimentos destinados a las ofrendas rituales. Se convierte así en centro de la vida social y religiosa de la familia. Su perseverancia en esta posición trae ventura a toda la casa.
Traducido a circunstancias generales, surge aquí el consejo de no procurar nada a la fuerza, sino de limitarse tranquilamente al cumplimiento de los deberes existentes.
Firme acuerdo dentro del clan. Se desvanece el arrepentimiento.
La familia debe formar una unidad firmemente delimitada, dentro de la cual cada miembro ha de conocer su lugar. Desde el principio debe acostumbrarse a los niños a normas, o sea regulaciones fijas, y eso antes de que su voluntad se oriente en otro sentido. Si la imposición del orden, de la norma, comienza demasiado tarde, cuando la voluntad de los niños ya ha adquirido malos hábitos y los caprichos y las pasiones han crecido y ofrecen resistencia, no faltarán motivos para arrepentirse. Aun si se comienza con la imposición del orden a tiempo, ciertamente también se presentarán motivos de arrepentimiento. Éstos son inevitables cuando se convive en medio de un círculo mayor. Pero es un arrepentimiento que se desvanecerá una y otra vez en cada ocasión. Todo se arreglará debidamente. Pues no existe nada más fácil de evitar, y a la vez más difícil de llevar a cabo, que el "quebrantar la voluntad de los niños".