Éxito. No hay falla.
Es propicia la perseverancia.
Es propicio que uno tenga a dónde ir.
La duración es un estado cuyo movimiento no se atenúa a causa de impedimentos, de frenos. No es un estado de quietud, pues una simple detención constituye de por sí un retroceso. Duración es, antes bien, el movimiento de un todo rigurosa-mente organizado y acabado en sí mismo, que se lleva a cabo según leyes fijas, concluye en sí mismo y, por tanto, se renueva a cada momento: un movimiento en el cual cada terminación es seguida por un nuevo comienzo. El fin es alcanzado por el movimiento dirigido hacia adentro: la inspiración del aliento, la sístole, la concentración; ese movimiento se vuelca hacia un nuevo comienzo, en el cual el impulso se dirige hacia afuera: la espiración, la diástole, la expansión.
Así los cuerpos celestes conservan sus órbitas en el cielo y en consecuencia pueden alumbrar de modo duradero. Las estaciones obedecen a una rigurosa ley de cambio y transformación y por esa razón pueden obrar de modo duradero.
Y así también el hombre de vocación, el predestinado, encuentra en su camino un sentido duradero y gracias a ello el mundo cumple su formación cabal. Por aquello en lo cual las cosas tienen su duración, puede reconocerse la naturaleza de todos los seres en el cielo y sobre la tierra.