Llorando a torrentes, suspirando y lamentando.
¡Ventura!
30. Li / Lo Adherente, El Fuego
El objetivo de la punición es imponer disciplina, y no administrar castigos ciegamente. Es cuestión de subsanar el mal atacándolo en su raíz. En la vida pública estatal, se impone eliminar a los que encabezan la conspiración, pero perdonar a los secuaces. En la formación de uno mismo, es cuestión de extirpar los malos hábitos, y de tolerar, en cambio, las costumbres inocuas. Pues un ascetismo excesivamente riguroso, al igual que los tribunales excesivamente severos, no conducen a un buen éxito.
Se ha alcanzado en este punto la culminación de la vida. Sin advertencia se consumiría uno en esta posición como una llama. Si, al contrario, abandona uno todo temor y toda esperanza y, reconociendo la nimiedad de todo, llora y suspira sólo preocupado por conservar su claridad, esa tristeza aportará la ventura. Se trata de una verdadera vuelta atrás, un verdadero arrepentimiento, y no, como en el caso de nueve en el tercer puesto, meramente de una pasajera disposición de ánimo.