El signo consiste en la repetición del trigrama K'an. Es uno de los ocho hexagramas formados por duplicación. El trigrama K'an significa el precipitarse dentro de algo. Un trazo Yang se ha precipitado cayendo entre dos trazos Yin y es encerrado por éstos como el agua en la hondonada de un valle. Es el hijo del medio. Lo Receptivo ha logrado el trazo medio de Lo Creativo y así se engendra K'an. Como imagen es el agua, vale decir el agua que llega desde arriba y se pone en movimiento sobre la tierra, en ríos y correntadas, y origina toda vida en la tierra. Aplicado al hombre representa el corazón, el alma encerrada en el cuerpo, lo luminoso contenido en el interior de lo oscuro, la razón. El nombre del signo, como se encuentra repetido, lleva anexada la sentencia: "repetición del peligro". Con ello el signo se encarga de señalar una situación objetiva a la cual es necesario acostumbrarse, y no una subjetiva actitud mental. Pues el peligro en cuanto actitud mental subjetiva o bien equivale a intrepidez o bien a una astuta perfidia. Por eso el peligro también se simboliza como hondonada o quebrada, esto es, como un estado en el que uno se halla como el agua en una quebrada, de la cual se logra salir como el agua si se adopta una adecuada conducta.
Lo Abismal repetido.
Si eres veraz, tendrás logro en tu corazón,
y lo que hicieres tendrá éxito.
Con la repetición del peligro uno va acostumbrándose a él. El agua da un ejemplo para la conducta correcta que corres-ponde en tales condiciones. Fluye y fluye y rellena todos los lugares por los que pasa hasta sus bordes y nada más; no re-trocede ante ningún sitio peligroso, ante ninguna caída, y nada le hace perder su índole propia y esencial. En todas las circunstancias permanece leal a sí misma. Así la veracidad hace que en circunstancias difíciles uno perciba interiormente, con el corazón, el fondo de la situación. Y una vez que se ha llegado a ser interiormente dueño de una situación, fácilmente se logrará por sí mismo que las acciones exteriores se vean acompañadas por el éxito. En cuestiones de peligro se trata de poseer la necesaria escrupulosidad que ayude a despachar realmente todo lo que debe hacerse, y de tener asimismo la posi¬bilidad de avanzar para no perecer por quedarse uno en medio del peligro.
Mediante una aplicación activa, el peligro puede adquirir una importante significación en cuanto medida de protección. Así el cielo posee una altura peligrosa que lo protege contra todo intento de intervención. Así la tierra posee montañas y aguas que con sus peligros separan a los países. Asimismo los soberanos utilizan el peligro como medida de defensa con el fin de protegerse de los ataques que vienen de afuera y de los dis-turbios que vienen de adentro.
El agua fluye ininterrumpidamente y llega a la meta: la imagen de Lo Abismal reiterado. Así el noble observa una conducta de constante virtud y ejerce el negocio de la enseñanza.
El agua alcanza su meta fluyendo sin interrupción. Rellena todo hueco antes de seguir fluyendo. Lo mismo hace el noble. Él estima como valioso que el camino del bien se convierta en una cualidad firme de su carácter, que no sea cosa casual y aislada. También en la enseñanza brindada a otros, todo es cuestión de ser consecuente, pues únicamente por la repetición la materia se convierte en propiedad del que aprende.
Atado con sogas y maromas,
encerrado entre muros carcelarios, cercados de espinas:
durante tres años no logra uno orientarse.
¡Desventura!
Un hombre que, en medio de un peligro extremo, ha errado el camino y se ha enredado, irrescatablemente, en sus pecados, no tiene perspectiva alguna de salir del peligro. Se asemeja a un criminal, encadenado tras murallas de cárcel, cercadas por espinosos matorrales.
El abismo no se llena hasta rebasar, sólo se llena hasta el borde. No hay defecto. El peligro surge del hecho de pretender uno llegar demasiado alto. El agua en la quebrada no se acumula, sino que tan sólo llega hasta el borde más bajo, el que le permite salir. De tal modo, en medio del peligro, también sólo hace falta proceder siguiendo la línea de menor resistencia para alcanzar la meta. Grandes obras no pueden realizarse en tales épocas; basta con que uno escape del peligro.
Una jarra de vino, una escudilla de arroz * por
[añadidura, vajilla de barro cocido, sencillamente alcanzados por la ventana. En modo alguno constituye esto una falla.
En tiempos de peligro se acaban las formalidades convencionales y rebuscadas. Lo principal es una disposición mental veraz. Un funcionario, antes de ser designado, recurre usualmente a determinados obsequios de introducción y a recomendaciones. Aquí todo se ve simplificado al máximo. Los regalos son es¬casos, no existe ningún recomendante, uno se presenta solo, y sin embargo no corresponde avergonzarse por todo esto, con tal que uno abrigue la sincera intención de practicar la mutua ayuda en el peligro.
También otra idea se sugiere aquí: la ventana es el lugar por el cual entra la claridad en el cuarto. Si en tiempos difíciles quiere uno esclarecer a alguien, ha de empezar por aquello que sin más resulte claro y evidente, y a partir de allí será cosa simple proseguir.
Adelante y atrás, abismo sobre abismo.
En semejante peligro primero detente,
pues si no caerás en un hoyo dentro del abismo.
No actúes así.
Cada paso, hacia adelante y hacia atrás, conduce al peligro. Imposible pensar en alguna forma de escapar. Por eso es necesario no dejarse inducir a la acción, con la cual uno sólo se hundiría más aún en el peligro. Antes bien, por desagradable que pueda resultar permanecer en semejante situación, por el momento es preciso detenerse, hasta que aparezca alguna salida.
El abismo tiene peligro. Sólo debe aspirarse a alcanzar cosas pequeñas.
Hallándose en medio del peligro, no debe uno tratar de salir de él sin más, cueste lo que cueste; por lo pronto tendrá que conformarse con que el peligro no lo venza. Deberán sopesarse con calma las circunstancias del tiempo dado y uno se dará por satisfecho con logros pequeños, ya que por el momento no es posible obtener un éxito grande. También un manantial al comienzo fluye con escasez y le lleva cierto tiempo labrarse una vía despejada.
Repetición de Lo Abismal.
Dentro del abismo se cae en un hoyo. Desventura.
El acostumbramiento a lo peligroso puede hacer que el peligro se introduzca en la propia naturaleza del hombre. Uno pretende saber a qué atenerse, y así se acostumbra al mal. Con ello ha perdido el camino recto y la desventura será la lógica consecuencia.